_Lo siento
mucho, mi niña.
_Te acompaño
en el sentimiento.
_Pobrecita. La
única familia que tenía y se le va.
_Tienes otro
ángel más que cuida de ti.
Y así sucesivamente, las vecinas
del pueblo, me daban el pésame por la muerte de mi abuela. La mujer que me había
criado después de que mi madre me abandonara, cuando yo apenas tenía 2 años de
edad.
Si tenemos en cuenta que nací y
me crie en un pequeño pueblo pesquero de Asturias, es obvio, que la noticia
corrió como la pólvora. Todos los vecinos hicieron piña. A todos los conocía, a
todos menos a uno. Un hombre con traje oscuro, de estatura media, pelo canoso y
con una edad a punto de jubilarse, que no habló con nadie. Permaneció en un
rincón y no hacía más que mirarme. Me podría haber fijado en más gente, pero
no. Mis ojos se clavaron en él. Fue un instinto extraño. Aquella misma tarde
salí de dudas.
_Maureen, este
señor es el señor Sheridan. Ha venido a hablar contigo – me dijo la hermana de
mi abuela.
_Hola Maureen
– se presentó – Sé que hablas perfectamente inglés y comprenderás lo que voy a
hablar contigo.
_Su abuela no
quiso que perdiese parte de sus raíces – interrumpió mi tía.
_Gracias – le
lanzó una mirada furtiva, a modo de que se callara, pero educadamente.
_En fin –
volvió a dirigirse a mí - Como he dicho, tengo que hablar contigo.
Y comenzó a narrarme, lo que
había venido a decir.
_Estarás muy
bien con tu padre – me dijo mi tía, después de escuchar el discurso del sr.
Sheridan.
_Pero apenas
le conozco… – le dije extrañada - ¿Tú lo sabías?
_Sí. Tu abuela
me lo refirió en su lecho de muerte. ¿Ella no te dijo nada?
_Nunca creí
que lo dijera en serio – dije con la mirada clavada en mis maletas hechas.
_Tú continúas
teniendo a tu familia aquí en Asturias. Pero tu padre está en Irlanda y allí
está toda tu familia paterna. Vamos Maureen, – intentó animarme - tu padre no
es un extraño para ti. Sabes que te quiere y que siempre se preocupó por ti.
_Sí claro. Una
llamada cada “X” meses y un Christmas por Navidad. Tengo un “súper papá” – dije
irónicamente.
_Míralo del
lado bueno. Allí tienes más familia que aquí.
_Sí claro. Una
familia que he visto 3 veces en mi vida. Un padre, unos abuelos, una madrastra
que conocí el día de su boda y 3 hermanos. ¡Ufff! – dije fastidiosamente.
_Ya tienes más
que yo. Yo solo tenía a tu abuela y a tu madre.
_ De la única
que guardo más recuerdo es de la madre de mi padre… - recordé - ¿Me puedo
quedar contigo? – le supliqué.
_Sabes que no
puede ser – se apenó – Tu padre te espera. Pero a mí me tendrás siempre que me
necesites. No dejes de escribirme – me acarició la cara.
La despedida de mi tía-abuela y
mis amistades de Asturias, fue el recuerdo más duro que tuve, a parte de la
muerte de mi abuela.
Tenía 12 años cuando aterricé en
el aeropuerto de Cork con el sr. Sheridan, el abogado de la familia de mi
padre. Recuerdo que al abrirse las puertas de la zona de llegadas, me esperaba
mi padre, con un ramo de flores, su mujer Alison y sus dos hijos Jake (de 5
años) y Molly (de 3).
_Bienvenida –
me dijo, algo cortado.
No sabía cómo reaccionar. Los dos
nos quedamos parados, mirándonos a los ojos. En aquel momento, parecíamos dos
extraños, en lugar de padre e hija.
_ ¡Por Dios,
Seán! Dale el ramo a tu hija – dijo su mujer, haciéndole reaccionar.
_Sí… claro… -
reaccionó – Toma – me lo ofreció.
_Gracias – fue
lo único que se me ocurrió decir.
_Bienvenida,
querida – le costó decir. Aunque en su mirada noté un brillo que jamás
olvidaré.
La situación era bastante
incómoda.
_No hagas caso
a tu padre. Para unas cosas es muy atrevido, pero para otras, le cuesta
arrancar – intervino Alison – Bienvenida “hija” – y me abrazó.
Aquel “hija” me sonó algo raro.
Teniendo en cuenta, que lo estaba diciendo, la mujer que se estaba convirtiendo
a partir de aquel momento, oficialmente en mi “madrastra”. Nunca lo había
pensado de aquel modo. Llevaban algo más de 7 años casados y ya me tendría que
haber hecho a la idea, pero no era así.
_ ¿Recuerdas a
Jake? – me sonrió y apoyó su mano en el hombro del niño.
_Sí… claro –
reaccioné y sonreí tímidamente al ver los ojos azules de aquel niño que me
miraba, sin llegar a entender quién era yo.
_Y ella es
Molly – presentó a la pequeña que guardaba un enorme parecido a mi padre y a la
vez a mí misma, cuando tenía su edad – Darle un abrazo a vuestra hermana mayor.
Ninguno de los dos reaccionó.
Simplemente se quedaron embobados mirándome.
_No pasa nada…
- les excusé.
_Bueno pues…
Creo que mi papel aquí ya no es necesario – dijo el sr. Sheridan – Maureen, te
dejo con tu familia – me dijo – Seán – alargó la mano a mi padre – Estaremos en
contacto, en cuanto tenga el papeleo listo.
_Muy bien.
Gracias, Joe – estrecharon los dos sus manos a modo de “trato hecho”.
El trayecto a casa fue algo…
extraño. Mi padre estaba muy callado, al contrario de Alison, que hablaba por
los codos, al notar la incomodidad del silencio. Pararon el coche delante de un
pub. El “Hagarty” era el pub de mi abuelo, donde trabajaba la familia. Entramos
por una puerta lateral y dejamos las maletas a pie de escalera.
_Sube y te
enseñaremos tu habitación – me sonrió Alison.
Obedecí, no sin mirar las paredes
de papel dibujado color crema-granate y los escalones de madera, que sonaban al
pisarlos. Subimos dos pisos, abrió una puerta y allí vi una habitación muy…
femenina. Una cama con dosel, un armario blanco, una cómoda a juego, una mesita de noche del mismo estilo y una
mesa con una silla. Todo era algo… no sé, infantil no es la palabra, pero quizás,
algo… juvenil, sí que era. Colores rosa pálido, mezclados con blanco y algo en
rosa más oscuro. Menos mal que no había nada en fucsia, ni colorines fuertes
que hicieran recordar en un cuento de Disney.
_ ¿Te gusta?
_Sí… Está bien
– dije resignándome al mirar alrededor, el escenario que iba a ser parte de mi
vida en los próximos años.
_
Acondicionamos el desván en dos habitaciones. Espero que no te moleste, pero no
hay demasiadas habitaciones para cada uno de la casa. John dormía con Jake
hasta ahora, pero se instaló en la habitación de enfrente, hace unas semanas.
_ ¿John? – le
pregunté extrañada.
_Sí, tu
hermano mayor, vive ahora con nosotros. Vaya, ahora sí que somos familia
numerosa – sonrió.
John era mi hermano por parte de
padre, de una relación anterior a la de mi madre. Tenía 16 años, pero no sabía
que vivía con ellos. La última vez que le vi fue para la boda de mi padre,
claro, como a toda la familia.
_ ¿Y él duerme
aquí arriba también?
_Sí. Vaya, el
desván va a ser “zona adolescente”.
Aquella mujer estaba siendo muy
amable conmigo y no sabía qué reacción debía tener. Yo era una niña, algo
desconfiada, pero me estaba siendo algo incómodo no agradecer aquella atención.
Sonreí tímidamente sin dejar de mirar toda la habitación. Me acerqué a la mesa
de escritorio y vi dos folios con dos dibujos.
_Jake y Molly
quisieron hacerte un dibujo de bienvenida.
_Son muy
bonitos… gracias.
_Bien, será
mejor que bajemos al pub y saludemos al resto de la familia. Tu padre está
abajo también y estoy segura que tu abuelo querrá verte.
_ ¿Y la
abuela? ¿Está abajo también? – me interesé.
Tenía buen recuerdo de ella. Bien,
todo el buen recuerdo que puede tener una niña de 5 años, que fue la última vez
que la vi. Mi padre siempre me dijo que aparte de tener su mismo nombre, ya de
pequeña apuntaba maneras para tener su mismo carácter.
_Claro que sí.
Aquello me alegró. Fue la
“primera buena noticia” que sentí y tenía ganas de bajar.
En el recibidor de casa había una
puerta de madera vieja que comunicaba con el pub y al abrirse, el olor que
recordaba de mi infancia se hizo presente. Aquella mezcla de cerveza, whiskey, tabaco…
todo me hizo recular a mi infancia. No recordaba muy bien la decoración, ni la
distribución de la casa, pero el olor era inconfundible.
Al primero que vi fue a mi padre
hablando con un hombre en la esquina de la barra, junto a él estaba mi abuelo Eoin
(Owen), mi tío Brannagh (Brana) y atendiendo una mesa, estaba mi hermano John.
No vi a mi abuela, a la que busqué. Me sentí algo rara al ser saludada por tanta
gente que allí había reunida. Parte de la familia de mi padre de la que apenas
guardaba un vago recuerdo, había venido
a recibirme.
_Dejarla
respirar – oí una voz tras de mí – Así lo que vais a lograr es asustarla.
Me giré y la vi. Era mi abuela.
Pelo canoso (que antaño había sido pelirrojo, como el mío) ojos verdes, nariz
respingona y maquillada de la manera más coqueta que se podía.
_Nana –
susurré y me alegré.
_Ven aquí,
niña – me abrió los brazos.
Me abracé a ella y olí aquel olor
a violetas que tanto me gustaba. Respondió a mi abrazo y me acarició el pelo.
_Estás
preciosa – me apartó para mirarme a la cara.
_ ¡Dios santo!
– Exclamó mi abuelo – Tiene el mismo parecido a ti cuando te conocí.
_ ¡No digas
tonterías! – Le regañó ella – Maureen es más hermosa, y la mezcla española e
irlandesa, la hace más especial. Pero el encanto celta, lo sigue manteniendo en
sus venas – se enorgulleció.
No había cosa en el mundo que le
enorgulleciera más a mi abuela, que la cultura celta. Ella nació en el norte de
Irlanda, en Blacksod, en el condado de Mayo. Cuando mi padre se casó, recuerdo
haber pasado allí unos días con ella y
mi abuelo.
_Bienvenida –
se acercó John.
_Gracias – le
agradecí.
No sabía lo que era tener un
hermano. Me había criado sola toda mi vida, con apenas la compañía de mi abuela
y su hermana solterona. Y de repente, tenía una enorme familia. Padre,
madrastra, hermanos, abuelos, tíos, primos…
_Llevan días
preparando tu llegada – me confesó mi hermano en un rincón.
_Muchos no les
conozco – le dije observando a la multitud.
_Yo tampoco
les conocía, pero los verás muy a menudo por aquí. Este es el centro de
reuniones de la familia y de la zona.
Las pintas de cerveza comenzaron
a correr y la puerta no dejaba de abrirse y cerrarse. Aquel ajetreo, pronto me
daría cuenta, que era la cosa más normal.
_ ¿Cómo es? –
le pregunté a John en la escalera, en un momento en que conseguí estar sola.
_ ¿Cómo es, quién?
_Eh… - me
costaba pronunciar la palabra, pero debía acostumbrarme – “Papá”.
_Es – pensó y
se sentó a mi lado - reservado, observador, de pocas palabras… pero se puede
hablar con él.
_Pues a mí
apenas me ha dirigido la palabra – le reproché.
_Dale tiempo.
Él no es como Alison – bromeó.
_ ¿Y ella?
¿Cómo es?
_Es buena
mujer. Quiere mucho a papá y todo lo que le envuelve. Yo desconfié de ella
cuando vine a vivir aquí, pero no se mete en mis asuntos y con eso me basta.
Dice que para mis problemas, debo recurrir a papá, porqué son cosas de hombres.
Pero que si él no me hace caso, que ella estará allí.
_Es mayor que
papá, ¿no?
_Sí. Pero se
llevan bien. Desde que estoy aquí, no he oído nunca una riña entre ellos.
_ ¿Por qué
estás aquí?
_Digamos que
no le gusto demasiado a la pareja de mi madre. Y ella como está locamente
enamorada de él… - suspiró mirando al suelo - Pues vine aquí. que ella haga su
vida y yo haré la mía.
A los 10 días comencé las clases
en el colegio de la zona. Un colegio público, donde yo era el nuevo “bicho
raro”. Diana perfecta de las bromas. La “española” recién llegada. La niña que
le costaba seguir las clases por la falta de comprender el idioma al 100%. La
que no se enteraba de nada en las clases de “gaélico”. En fin, no fue idílico
que digamos. Niñas repelentes que me hacían el vacío, por ser “la nueva” y
chicos que pasaban de mi cara. Todos menos uno: Dylan Ronayne. Él fue mi amigo
de escuela y de instituto. A él también le hacían el vacío, por ser… “diferente”.
A diferente, me refiero a que se corrió la voz por el tema de su homosexualidad
y los demás chicos de daban de lado. Sí, en una época donde la homosexualidad
no estaba del todo aceptada en aquella sociedad. En fin, nos convertimos en
“besties” a la fuerza. Digamos que nuestros vacíos se unieron.
En casa (a mi padre en concreto)
les chocó bastante el tema de Dylan, al principio. A Alison, no le importaba y
a mi hermano John, digamos que lo aceptaba, pero que se mantuviera apartado,
por si acaso. En fin, una vergüenza, ya que yo lo veía de la manera más normal,
al haber tenido como vecino en Asturias a un chico de la misma orientación
sexual.
Mi vida en Cork fue adaptándose,
poco a poco. Las reuniones familiares, la vida entre casa, la escuela y el pub,
las tardes de paseo con Dylan, el cuidado de mis hermanos menores y la
aceptación por parte de mi hermano John, de tener a una hermana adolescente.
Alison estaba encantada con aquella vida familiar y mi padre, pasaba mucho
tiempo trabajando en el pub.
Una tarde, tuve dudas con un
trabajo del instituto. Internet no funcionaba, necesitaba información de unos
atlas que había visto en el dormitorio de John. Él estaba abajo trabajando y
pensé que no le molestaría si entraba a cogerlos prestados. John era muy celoso
de su intimidad y siempre tenía la puerta cerrada. Nos llevábamos bien y
habíamos hecho del desván nuestro propio territorio. Pero eso no tenía nada que ver con que sus cosas
personales, eran suyas y debía pedirle prestadas las cosas siempre que las
necesitara. La verdad es que me daba pereza bajar abajo para pedirle permiso
acerca de los libros. Así que me acerqué a la puerta, afiné el oído por si
había alguien cerca y giré el pomo con cuidado para hacer el mínimo ruido
posible. Abrí la puerta con cuidado y mi sorpresa fue que vi a alguien echado
en la cama. Paré en seco. Aquel no era John. Mi hermano era rubio como la
cerveza y aquel cabello que asomaba era moreno. No sabía qué hacer, si entrar o
salir con el mismo cuidado. Opté por lo segundo. Vaya… ¿Quién sería? Conocía
algunos amigos de John, pero simplemente por el cabello, no podía adivinar quién
era. ¿Tom? ¿Silver? ¿Danny? Bajé al pub y me acerqué a él.
_John, tengo
problemas con internet – le dije mientras estaba fregando unos vasos - ¿Me
podrías prestar unos atlas que tienes en tu dormitorio?
_ ¿Tiene que
ser ahora? – se fastidió.
_Necesito
presentar un trabajo para mañana. Si no lo hago, la Srta. McCurry me cuelga –
exageré.
_Espera unos
minutos. Termino esto que estoy haciendo ahora y te los doy.
_Dime dónde
está y yo misma, los puedo coger – intenté.
_ ¡No! – Se
sobresaltó – Ya te los daré yo. Espérate unos minutos, como te dije.
_Está bien -
me extrañó su reacción y observé como se afanaba en terminar su tarea.
_Te los dejaré
en tu dormitorio. Espérame allí.
No me atreví a decirle que sabía
que había alguien en su cama. Aunque luego pensé que había deducido que sería
algún amigo suyo, pero también podría ser alguna amiga. En fin, mejor era no
decir nada, porque alguna vez había visto a John enfadado y no me gustó.
_Aquí tienes –
dijo entrando en mi dormitorio y dejándo los libros encima de mi cama.
_Gracias. Eh…
¡John! – le llamé al ver que abandonaba el dormitorio.
_ ¿Sí? – se
giró.
_Eh… Si tengo
alguna duda… ¿te puedo preguntar? – no sabía cómo sacarle el tema.
_Claro –
contestó a modo obvio.
Cerró la puerta, me la quedé
mirando unos segundos, fijé mi mirada en los libros que había dejado en la
cama, pero… no me quedé satisfecha. Mi hermano escondía algo, mejor dicho
alguien en su cama y no estaba dispuesto a que fuera descubierto. Entreabrí la
puerta y me senté en el suelo, al borde de la cama, mirando hacia la puerta,
con el libro abierto, esperando atisbar algún movimiento. Esperé y esperé,
hasta que se oyó algo que se caía en la moqueta del dormitorio de al lado. Mis
ojos se abrieron como platos y comencé a impacientarme. “¡Vamos! Abre la
puerta” susurré bajito. Pero ese acto no se llevó a cabo hasta unos segundos
después. El pomo de la puerta comenzó a girar lentamente y la puerta comenzó a
abrirse. Mis ojos se pusieron como platos por la intriga, hasta que vi una cara
asomarse, vigilando por si había alguien.
_Puedes salir.
No hay nadie – dije, sin verle la cara al “invitado” – Todos están fuera y John
está en el pub.
Esperaba que mis palabras le
tranquilizaran y pudiera salir. Y así fue. La puerta se abrió del todo y se
dejó ver de cuerpo entero. Era alto, moreno, ojos verdes y con un torso desnudo
que le dejaba al descubierto un gran número de tatuajes marcados en la mitad de
su cuerpo. Paró y me miró. ¡Dios! Aquella mirada se me clavó de tal manera, que
mi vientre dio un respingo. De repente me ruboricé. No esperaba aquella
reacción en mí.
_ ¿Esta puerta
es el baño? – me preguntó señalando la tercera puerta del desván.
_Sí… sí –
tartamudeé.
Entró, sin darme las gracias,
pero no me importó. Aquel chico había producido una reacción en mí, que nunca
en mi vida había sentido. Me toqué la frente y noté que estaba sudando. Mi
corazón se había acelerado y mi mirada seguía fija en la puerta. Al salir del
baño, volvió a mirarme:
_ ¿Dices que
John está en el pub y que no hay nadie en casa?
_No. Es
domingo por la mañana. Estarán dando el paseo familiar.
_ ¿Y tú no has
ido? – se extrañó.
_No. Yo… -
miré los libros – debo de estudiar.
Me miró y se dirigió a las
escaleras, para bajar, sin ni siquiera despedirse. Miré la puerta fijamente y
seguí nortada por unos minutos. ¿Quién era? Nunca antes le había visto. No me
sonaba de haberle visto antes. Llevaba 4 años en aquella casa y si le hubiera
visto antes, lo hubiese recordado.
_Maureen… –
dijo mi hermano entrando en la cocina – Tenemos que hablar – dijo mirando de un
lado a otro.
_Todavía no
han llegado – dije cogiendo un paquete de patatas del armario.
_Perfecto. Lo
que has visto antes… - me advirtió – No lo has visto ¿de acuerdo? – me levantó
el dedo a modo de advertencia.
_ ¿Me estás
amenazando? – me extrañó.
_No. Pero
hazme el favor.
_John – le
miré y me senté en la encimera – Desde que estoy aquí, “nunca” me he chivado de
nada. Y menos de las chicas que has metido en tu cama – le guiñé un ojo – Pero
no sabía que también metías a chicos – le sonreí.
_ ¡No seas
tonta! Yo no soy como tu “amiguito” Dylan.
_No empieces a
meterte con Dylan y nos llevaremos mejor – le sugerí – Bien, ¿me vas a decir
quien es tu amigo?
Se oyeron unos ruidos en el pub y
miramos a la puerta.
_Ven al pub y
te cuento. Ahora tengo que ir.
La curiosidad me picaba tanto que
no pude resistirme. Di un salto para bajarme de la encimera y crucé la gran
puerta de madera que comunicaba el recibidor de casa con el pub. A penas había
4 clientes. Los de siempre, Tom, Phil, Declan y el viejo Liam. Requerían la
presencia de John para otra ronda.
_ ¿Y bien? –
me puse a su lado tras de la barra, mientras ponía las 4 pintas.
No fue hasta que las sirvió, que
me llevó al rincón, alejados de los oídos de los demás.
_Prométeme que
no le vas a decir a papá que has visto a Aidan en casa.
_Vamos bien,
por ahora sé que se llama Aidan – ironicé.
_No seas
infantil – se puso serio - ¿Me lo prometes?
_Parece más
serio de lo que parece. Está bien, te lo prometo. ¿Por qué debo prometerlo?
_Aidan está
metido en un lío y ha venido a pasar la noche aquí, por qué no puede ser visto.
_ ¿Por quién?
¿Por la policía?
Me miró, sin asentir, pero con
aquella mirada lo dijo todo.
_ ¡Dios John!
– Me escandalicé - ¿Tú no tendrás nada que ver en esto no?
_No. Por eso
recurrió a mí.
_ ¿Qué tipo de
lío? ¿Drogas?
_No. Bandas.
Ha habido una pelea entre dos bandas y él estaba en una de ellas.
_ ¿Y le
buscan?
_Está fichado
y tiene todas las papeletas de que lo cojan. Así que… mantenme el secreto.
_ ¿Y se va a
quedar en tu cuarto?
_Hasta que no
tenga nuevas órdenes… sí. Bueno, entonces… ¿Me echarás una mano, sí o no?
Le miré a los ojos. John y yo, no
éramos íntimos, pero tampoco nos llevábamos mal. Nos llevábamos como dos
hermanos y punto. Él fue quien más me ayudó al integrarme en la familia. En
cierto modo se encontró en la misma situación que yo, al llegar tarde a la
familia.
_Está bien…
_Perfecto.
Entonces… ¿puedes subirle algo de comer?
_ ¿Para eso me
quieres? – me molesté - ¿Para hacer de recadera?
_Maureen… -
puso los ojos en blanco.
_Estaba
bromeando. Anda, yo me encargo – me dirigí a la puerta – Eso sí, intenta que
Jake no suba al desván.